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Mi estado de salud es MI RESPONSABILIDAD

YO SOY RESPONSABLE de mi estado de salud, en gran medida; asimismo, soy responsable de las acciones diarias que realizo para mantener mi condición física y mental, o perderla. También soy responsable, en parte, de la salud de mis seres queridos. Veamos algunos elementos de análisis que pueden darnos más luces.

Empecemos por decir que hay dos actitudes que no nos permiten ver nuestra propia responsabilidad. La primera es que creemos que los únicos responsables están afuera; que son los médicos, los psicólogos y el personal de salud los que tienen que responder por mi salud, o que es culpa del azúcar de las gaseosas, o de los que producen cigarrillo o venden papitas fritas. La segunda es que creemos que solo tenemos derechos, y olvidamos los deberes para con nosotros mismos y los demás.

Salvo condiciones muy especiales, por ejemplo, problemas hormonales u osteomusculares, la obesidad y el sobrepeso se deben a hábitos alimenticios propios, falta de ejercicio y respuestas emocionales: yo soy quien elige comer tortas, pan con mantequilla, dulces y toda clase de carbohidratos; carnes grasosas y embutidos; ingerir licor y gaseosas, y comer en grandes cantidades. También soy quien prefiere sentarse horas frente al televisor o al computador los fines de semana y se inventa cualquier excusa para no mover un dedo. Y también soy quien no busca asistencia profesional ante problemas emocionales o dificultades en las relaciones, para, en vez de ello, sufrir atracones de comida a deshoras.

Los problemas cardiovasculares, en buena medida, son el resultado de años de malos hábitos alimenticios, poco ejercicio y estrés, en buena medida. Estos factores fueron creando las condiciones para que un día se me subiera el colesterol, se me taparan las arterias coronarias o me diera un infarto del corazón. Es casi el mismo caso de la diabetes.

¿Y el estrés o los problemas emocionales ¿pueden controlarse? Sí. Si bien es cierto que las situaciones de la vida siempre están ahí, y que muchas nos afectan de forma severa, soy yo quien elige cómo enfrentarlas. Tratándose de personas sin enfermedades mentales, es uno mismo quien elige si se rinde, si se obsesiona con el problema, si alimenta la ansiedad y si no busca mecanismos que le permitan manejar mejor la tensión, la depresión y el estrés. Estudios médicos y psicológicos muy reconocidos en el mundo científico han demostrado el impacto positivo que tiene hacer consciente y sistemáticamente alguna actividad lúdica o ejercicio. Tener un hobby, bailar, tocar un instrumento, correr, hacer gimnasia o taichí, entre otras tantas disciplinas, le permitan a la mente salir del círculo vicioso que forma el estrés.

Incluso para dormir bien, hay estrategias que nos pueden ayudar. Hay personas que decidieron dormir mal y lo han hecho así toda la vida; que, por su desorden, posponen hasta el último momento ir a la cama, que se quedan jugando videojuegos, viendo televisión o su celular; que nunca se acuestan a la misma hora, o que se duermen con las luces encendidas, con ruido, con el estómago lleno o embriagados. Y, al día siguiente, con escasas horas de sueño, madrugan para iniciar su día.

Y qué decir de las actividades que hacemos sin precaución, como conducir sin respetar las señales de tránsito o las condiciones de visibilidad, sin el cinturón de seguridad, o a altas velocidades, o en estado de alicoramiento. Las lesiones por un accidente, leves o graves, son responsabilidad de la persona imprudente, de nadie más. Lo mismo sucede cuando practicamos deportes sin el debido cuidado como ciclismo, patinaje, escalada o pesas.

Por ser facilistas, en ocasiones creemos que son los servicios de salud los que tienen que llamarnos y perseguirnos para programar un examen periódico o una vacuna. Durante la pandemia de covid-19, vimos situaciones lamentables de personas que, a pesar de tener todos los servicios a su disposición, los ignoraron o los rechazaron.

El paso de los años y el envejecimiento son una realidad, pero no una excusa para librarnos de la responsabilidad de cuidar nuestra salud.

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