No siempre percibimos el estrés, sobre todo si estamos acostumbrados a un estilo de vida estresante. El ritmo de trabajo o de estudio, el cuidado de la familia y las diversas preocupaciones están tan enraizadas en la vida cotidiana, que rara vez prestamos atención a las manifestaciones que el cuerpo nos da.
Si bien el estrés es una respuesta natural a las amenazas y a otros estímulos, y es habitual experimentar algunos de sus síntomas de forma ocasional, si se producen de forma repetida durante varias semanas, hay que prestarles atención. Dolor de cabeza o de abdomen, reflujo, dificultad para concentrarse, palpitaciones y problemas de sueño son ejemplos.
Una sencilla práctica diaria puede ser de gran ayuda. Escoge la que prefieras.
Practica la respiración de caja. Ralentizar la respiración te ayuda a relajarte, aumentar la cantidad de oxígeno recibida, liberar tensión y reiniciar el cerebro.
Medita cinco minutos. Siéntate en posición erguida, en una silla o en el suelo. Cierra los ojos. Concéntrate en tu respiración mientras inhalas profundamente, expandiendo el abdomen, y exhala despacio por la boca. Imagina un lugar que te brinde relajación como el campo, un río o el mar.
Activa tus sentidos con la naturaleza. Busca cinco cosas que puedas ver, cuatro que puedas sentir, tres que puedas oír, dos que puedas oler y una que puedas saborear. Si tienes la posibilidad de dar un paseo de 20 minutos por un parque, hazlo.
Cultiva tus relaciones. Pasar tiempo con un amigo o familiar y disfrutar del momento libera oxitocina, la “hormona del abrazo”, que amortigua los efectos nocivos del cortisol, la “hormona del estrés”.
Realiza yoga. Ayuda a activar tu sistema nervioso parasimpático, creando una sensación de calma y descanso.
Para finalizar, la psicóloga Alix M. Díaz Quintero recuerda la importancia de priorizar las actividades, enfrentar los desafíos con optimismo, hacer ejercicio, respetar el sueño y buscar la ayuda de profesionales idóneos para aprender a gestionar tus emociones y mejorar tu calidad de vida.